Creo que en la Naturaleza hay pocas relaciones tan perfectas como la del niño y el cachorro.


Cuando uno de los dos está triste, el otro lo consuela. El de los dientes más afilados está pronto a defender; el del intelecto más desarrollado da abrigo y alimento.


La alegría la comparten incondicionalmente, y cualquier momento es bueno para jugar.
Y después, ¿qué más se le puede pedir a la vida que descansar juntos?