miércoles, 10 de septiembre de 2008

El tema más difícil de abordar





                                                                                       La agresividad con los otros perros.-

Este es el tema más delicado acerca de la raza. El que, de forma inmerecida, podría darle mala reputación a la raza, por culpa de los propietarios descuidados. No quiero darle muchas vueltas al asunto, así que iré directamente al grano: los Staffords son descendientes de perros de pelea y de perros que cazaban animales pequeños pero feroces, por lo tanto son combativos. Les gusta pelear y lo hacen muy bien. Por lo tanto, le ruego a todos los dueños, o aspirantes a dueños de nuestra bella raza que sean extremadamente prudentes en las relaciones de sus Stafford y otras mascotas.

“Pero mi SBT es una maravilla con los demás perros, ni siquiera se defiende”, me dirá alguien. Sin duda, existen excepciones a todas las reglas. Pero son pocas. Un SBT al que no le guste pelear, es como un Collie que sea indiferente a las ovejas, como un Retriever que no le guste el agua, como un Pointer al que no le guste cazar. En otras palabras, una anormalidad, e incluso un defecto, pues carece del temperamento típico de la raza.

También está la cuestión de la edad, y de las experiencias vividas. Antes de los 3-4 años, los Stafford pueden ser hasta tímidos. Pero un día desarrollan su verdadero carácter y le dan al dueño, cuando menos, un tremendo susto al reaccionar fuertemente a la provocación de cualquier otro perro. Y otro escenario típico es el del perro que, de repente, siendo mayor ya, descubre de toda la diversión que se ha estado perdiendo, y le toma el gusto a pelear.

El temperamento usual de Stafford, el que ustedes deben esperar de su perro cuando esté plenamente desarrollado, es el de un can que no ataca sin provocación previa a ningún otro perro, pero no acepta ningún reto sin reaccionar contundentemente. Es por ello que deben estar permanentemente bajo el control del amo cuando estén alrededor de otros perros. He presenciado peleas accidentales, y también he tenido la mala suerte de que algunos animales salvajes hayan entrado al jardín de mi casa, estando algún STB. Llaman poderosamente la atención dos cosas: primero, lo increíblemente efectivo que es el Stafford al matar animales relativamente grandes y fuertes; y segundo, el placer enorme que derivan de la pelea. Aunque parezca increíble, les gusta, y baten furiosamente la cola mientras dan y reciben dentelladas.

Y por cierto, nunca, jamás, se debe dejar a dos SBTs adultos juntos sin supervisión. Sí, de cien veces, en noventa y nueve no va a pasar nada. Pero a la centésima vez corremos el riesgo de llegar a casa y encontrar uno (o ambos) perros muertos. No vale la pena intentarlo.

El lado positivo de todo esto es que, a través de los siglos de selección, el perro de pelea era mortal para sus congéneres, pero totalmente inofensivo para el amo, quien podía manipularlo sin problemas durante el combate, para separarlos al final de un round, etc. La mecánica de ese inhumano “deporte” requería incluso que el dueño se metiera con la boca del perro en el furor de la pelea… y si alguno mordía al dueño, se le consideraba defectuoso y no se usaba para la cría.
Así como conservan el espíritu combativo de sus ancestros, los SBT de hoy también guardan esa confiabilidad absoluta lograda a través de la selección artificial, y que hace de ellos la raza ideal para los niños, absolutamente incapaz de hacer daño al hombre, a menos que sea para defender a su amo en una auténtica emergencia.